Michael Reynolds lleva 35 años rompiendo las normas de la arquitectura convencional. En los setenta comenzó a construir un poblado en un desierto de Nuevo México con latas de cerveza, botellas de plástico y neumáticos viejos. Sus viviendas son autosuficientes casi en su totalidad. En ellas están integrados invernaderos que proveen de todo tipo de frutas o verduras, además de un complejo sistema de filtrado de agua.
El reto, según su creador, se ha convertido en un asunto "de vida o muerte": el de combatir el cambio climático y la dependencia de combustibles fósiles. Según él, cualquiera puede construir su propia vivienda.
Tras el tsunami que en 2004 afectó a buena parte del golfo de Bengala, Reynolds y su equipo se desplazaron a las islas Andamán (India) para la reconstrucción. Allí levantaron catorce viviendas totalmente ecológicas e instruyeron a los arquitectos locales.
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